Lo decimos con entusiasmo porque nos gustan los lunes. Tenemos terapia de grupo en nuestra sala.
Y es un buen día para celebrar que estamos vivos y que seguimos haciendo todo lo necesario para no tomar y ponernos bien.
No nos cansamos de decirlo porque es cierto. La vida antes y después del tratamiento no tiene color. Es como la noche y el día.
El lunes suele ser un día atroz para el adicto que sigue consumiendo. Nada que ver con cómo lo vive el que está en recuperación y asiste a terapia.
En el primer caso, el lunes se pone muy cuesta arriba porque la resaca pesa como una losa. Los excesos del fin de semana pasan factura y tienen consecuencias.
Consecuencias siempre negativas. Y consecuencias de muchos tipos: desde litigios penales y deudas económicas hasta disputas familiares y de pareja.
La persona adicta que sigue consumiendo empieza deprimida la semana.
Con la cabeza y el cuerpo hechos trizas.
Un adicto no recuperado mira el lunes como quien contempla una sima abisal desde la superficie o mira desde el suelo una pared del Himalaya. ¡Se le hace un mundo!
La sensación para un adicto recuperado o en tratamiento es muy distinta. El lunes es un día más. Ya no hay angustia por lo ocurrido el fin de semana. No hay arrepentimiento.
Al contrario, hay satisfacción por haber aprovechado el tiempo. Orgullo por actuar con responsabilidad. Y felicidad por seguir dando pasos en la buena dirección.
La paz que te da el tratamiento no tiene precio. Por una vez en tu vida no tienes que fingir, ni ocultar ni mentir. Por una vez en tu vida, actúas con responsabilidad. Por una vez en tu vida, saboreas el gusto dulce de la sobriedad, de la consciencia.
Y asumes con el sosiego que siempre te ha faltado que el lunes es un buen día para seguir dando pasos en la buena dirección. Para seguir haciendo tratamiento.