La enfermedad de adicción tiene una particularidad. La persona que la padece suele resistirse a hacer tratamiento. No ocurre con ninguna otra dolencia. Si te diagnostican una diabetes, un linfoma o una lesión de médula, acudes rápido al especialista. En el caso de la adicción, no ocurre lo mismo.
Solo una minoría de las personas con dependencia se pone en tratamiento. Se estima que los adictos representan el 10% de la población. Serían 200.000 en el País Vasco; 80.000 en Bizkaia y 34.000 en Bilbao. Pero solo un pequeño porcentaje de esos miles de afectados hace rehabilitación.
¿Por qué ocurre esto? La adicción es un problema de salud mental. Y la persona que lo sufre tiene afectado el cerebro. El adicto no solo pierde el control sobre la sustancia o el juego. El consumo de sustancias psicoactivas o las apuestas afectan también a sus procesos mentales: raciocinio, voluntad y control de impulsos.
Pérdida de control
Los síntomas más evidentes de la enfermedad de adicción son la pérdida de control y son la negación, la minimización y la justificación. La persona afectada suele rechazar que tenga un problema o que esté enfermo; considera que no es para tanto y esgrime supuestas razones de peso para hacer lo que hace. Realmente son excusas para no acudir a terapia.
La adicción es la enfermedad del autoengaño. Y aunque el sufrimiento vaya en aumento, los desastres se repitan y los problemas de todo tipo se multipliquen, el adicto abraza la ilusión de que será la última vez y podrá controlarlo. Por mucho que los hechos digan lo contrario.
La realidad es que siempre es la penúltima vez. Siempre hay un nuevo consumo. La rueda no para nunca a menos que se ponga remedio. El arrepentimiento suele durar lo que dura la resaca. Lo que tardas en recomponerte física y económicamente. Por muchos problemas que te haya causado el último consumo, la situación se repite porque no eres capaz de parar.
La adicción es un rodillo que lo apisona todo. Cada vez se descontrola más y coge más velocidad. Te ves incapaz de frenar y de ver la situación con claridad.
Tocar fondo
Hay dos factores que son decisivos para frenar la rueda descontrolada y comenzar el tratamiento. El primero es lo que llamamos tocar fondo. La situación se agrava de tal forma que tu problema sale a la luz. Y la angustia es tal que te ves obligado a pedir ayuda. El segundo factor decisivo es la actuación de la familia.
El entorno íntimo (pareja, padres, hermanos e hijos) es el más capacitado normalmente para ver con realismo la gravedad de la situación y tomar una decisión que el adicto no es capaz de tomar por sí mismo.
Como cualquiera, el adicto quiere dejar de sufrir, pero está incapacitado por su enfermedad. Ya no consume drogas por placer como al principio, sino que lo hace por necesidad. Sin tratamiento, sin ayuda, no podrá detener la rueda.
La intervención de los familiares es decisiva para arreglar una situación que siempre empeora si no se toman medidas. Recordemos que la adicción es una enfermedad crónica, degenerativa y mortal, según definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En la gran mayoría de los casos, los familiares son quienes buscan ayuda. Y está bien que así sea porque el adicto no va a mover ficha él solo. El deseo de consumo, por muy contradictorio que parezca por el daño que provoca, pasa por encima del propio bienestar. Es la paradoja de esta enfermedad.
Enfermedad y solución
Si eres madre, padre, hermano o hijo de una persona con problemas de adicción, nuestro consejo es que actúes en nombre del adicto. Decide por él o por ella. La persona con adicción quiere, en el fondo, pero no puede. Necesita un empujón para iniciar las terapias.
Si eres pareja o familiar debes ser consciente de que tu ser querido está enfermo y de que necesita ayuda profesional. La buena noticia es que, como tal enfermedad, la dependencia al alcohol, a otras drogas o al juego tiene tratamiento y tiene solución.
La rehabilitación, eso sí, pasa necesariamente por hacer un tratamiento específico de adicción. El primer paso es ponerse en manos de expertos y comenzar a hacer terapias individuales y de grupo. Si el adicto da ese primer paso, tiene medio camino hecho. Los beneficios de deja drogas y juego para la salud física y mental son inmediatos y ayudan a proseguir el camino.
Después, la recuperación depende de la actitud del paciente. De que cumpla las pautas del tratamiento y ponga todo de su parte para culminar con éxito el cambio personal que le asegure una vida plena sin drogas.