La rehabilitación completa de una adicción implica que la persona haga un cambio personal radical en la forma de pensar, sentir y actuar.

Para conseguir resultados diferentes son necesarios actos nuevos. El paciente que comienza a ir a terapia, pero se mueve y funciona igual que cuando consumía termina recayendo.

Es realmente complicado que la persona afectada se recupere de verdad si continúa haciendo lo mismo, yendo a los mismos sitios y viéndose con la misma gente.

La recuperación es como un Lego, un edificio que se levanta pieza a pieza, con cada decisión y cada acto, y que necesita de cimientos sólidos para que prospere y permanezca.

Estímulos condicionados

Hay que tener muy en cuenta que la adicción es una enfermedad mental y que el cerebro del adicto se activa muchas veces a partir de un estímulo condicionado.

Las ganas de consumir pueden despertar de la manera más insospechada. Hay tantos estímulos como pacientes de adicción.

Pasar por un bar donde nos emborrachábamos; situarnos en el pasillo de bebidas alcohólicas del supermercado; cruzarnos por la calle con el camello que nos vendía o escuchar una música concreta: todas estas situaciones y otras ponen en riesgo al paciente, sobre todo al principio.

Síndrome de abstinencia

Pero hay más. Determinadas personas, lugares, olores, colores y objetos pueden desatar las ganas de consumir y un síndrome de abstinencia, que es la apetencia de droga no satisfecha.

Por esta razón, lo ideal para una persona que sufre adicción y comienza el tratamiento es apartarse todo lo posible de las personas y lugares vinculados a la etapa de desastres.

Recuperarse de verdad de una adicción exige tiempo y actitud. No es posible hacerlo en dos tardes y es preciso implicarse al mil por mil para obtener resultados.

Bien al contrario, para una rehabilitación consistente y sólida se necesitan entre dos y cinco años; una vinculación plena con el tratamiento y las terapias; y un cumplimiento absoluto de las pautas.

Hay una enorme diferencia entre hacer un paréntesis de consumo obligado por las circunstancias y recuperarse de verdad de una adicción. El primer caso es pan para hoy y hambre para mañana. El segundo implica un compromiso cierto.

Aceptación de la enfermedad

Un parón tiene fecha de caducidad y carece de compromiso. Termina siempre mal, en recaída, porque consiste solo en aguantar y resistir. Es doblemente frustrante porque se pasa mal mientras se aguanta y se pasa peor cuando se consume.

La rehabilitación verdadera es otra cosa, implica aceptar la enfermedad, tu condición de adicto y actuar en consecuencia. Cuando esta aceptación se produce, empieza la recuperación real. Hasta entonces, solo hay resistencia y ganas de consumir. Cuando uno acepta su realidad, la recuperación empieza a rodar.

La rehabilitación implica además la capacidad del adicto de responderse con sinceridad a una serie de preguntas ineludibles:

¿Cuál es mi prioridad? ¿En qué lugar pongo el tratamiento en mi vida? ¿Qué estoy dispuesto a hacer para recuperarme? ¿A qué estoy dispuesto a renunciar?

Romper con el pasado y vivir en el presente

Solo se recupera realmente y se pone bien el paciente que es capaz de renunciar a cosas y antepone el tratamiento a todo lo demás. Durante un tiempo considerable hay que priorizar las terapias y el tratamiento sobre el resto. Por una razón sencilla: si una persona adicta no se rehabilita, toda su vida se resiente y se viene abajo.

Para encarar el futuro con garantías hay que romper con el pasado y vivir en el presente.

Si el adicto pone el tratamiento en primer lugar y se recupera, todo lo demás se pone también en su sitio.