La persona adicta no recuperada tiene un panorama atroz. El destino de un adicto ‘en activo’ es poco halagüeño: calle, psiquiátrico, cárcel o muerte prematura es el horizonte de quien no se recupera de la dependencia de sustancias o conductas como el juego.

La adicción es una enfermedad de salud mental que es crónica, degenerativa y mortal. La persona adicta lo será el resto de su vida. Precisamente quien mayor conciencia tiene de esto es un paciente bien recuperado. Sabe que su dolencia es crónica y que no debe consumir ni jugar el resto de su vida.

Es degenerativa porque, si no se pone remedio, la situación siempre va a peor. Y es mortal, porque la muerte es el final lógico de una enfermedad grave que daña irreversiblemente el organismo y el cerebro.

Sin embargo, las familias de las personas con problemas de adicción deben saber que ésta es una enfermedad que tiene tratamiento.

La enfermedad del autoengaño

A la persona adicta le está negado algo tan básico como reconocer el problema y pedir ayuda para encontrar una solución. No olvidemos que la adicción es la enfermedad del autoengaño. Junto con el deseo de consumir y jugar, los síntomas principales de esta enfermedad son la negación, la justificación y la minimización.

Son las familias las que deben pedir ayuda e informarse para poner límites a su familiar adicto y obligarle a iniciar el tratamiento.

Toda persona adicta, antes o después, llega a la disyuntiva de o ponerse bien con ayuda -nadie puede rehabilitarse solo- o seguir consumiendo o jugando, con las terribles consecuencias que eso implica.

Si los familiares consiguen que su ser querido adicto acceda a ir a un centro como CREA a una sesión informativa es un importantísimo avance. Aquí escuchará de manos de nuestros terapeutas que lo que tiene es una enfermedad, que no es culpable de haber desarrollado adicción y que en su mano está ponerse bien, haciendo tratamiento y acudiendo a las terapias.

Tratamiento en tres fases

El 80% de los pacientes de CREA se rehabilita gracias a la intervención médica, las consultas individuales psiquiátricas y psicológicas. Y gracias, sobre todo, a las terapias de grupo.

Lo más importante es el primer paso. Conseguir que el paciente llegue al centro y comience el tratamiento. Este consta de 3 fases principales: desintoxicación, que se hace bajo vigilancia médica; deshabituación, que es la etapa más larga, ya que consiste en incorporar hábitos saludables y eliminar las costumbres ligadas al consumo, tan arraigadas en el cerebro de la persona adicta. Y reinserción, fase en la que el paciente se reincorpora en plenas facultades a la vida familiar, social y laboral.