La adicción es una enfermedad primaria cuya manifestación principal es el consumo de drogas o las conductas compulsivas en actividades como el juego, el sexo, internet o las compras.

El consumo o el comportamiento compulsivo serían, por tanto, la manifestación o el síntoma de una patología más compleja, que es la adicción.

La adicción es una enfermedad de naturaleza física, psíquica y emocional caracterizada por la pérdida de control.

El mecanismo habitual de placer y recompensa se encuentra averiado en la persona con adicción, dicho de una manera sencilla.

La persona que desarrolla la enfermedad suele presentar un déficit de dopamina. En el circuito neuronal del cerebro, la dopamina sería una hormona relacionada con la sensación de placer.

El cerebro de la persona adicta, con déficit de dopamina, se engancha a la sensación de placer que provocan las drogas o el juego o el sexo.

Voluntad y toma de decisiones

Cada vez necesita más cantidad y más frecuencia para obtener sensación de placer. Hasta llegar a la dependencia y el comportamiento autodestructivo.

El tratamiento de adicciones consiste precisamente en hacer un cambio personal radical: en la manera de pensar, sentir y actuar.

La desintoxicación es el primer paso. Sin dejar de consumir alcohol y otras drogas. O sin dejar el juego, el sexo o las compras compulsivas, en el caso de las adicciones comportamentales, no hay posibilidad de recuperación.

Es imprescindible este paso para que la persona con adicción vaya recuperando el juicio, por decirlo también de una manera sencilla, y para regenerar áreas del cerebro dañadas que tienen que ver con la voluntad y la toma de decisiones.

Pero la recuperación de adicciones es mucho más que dejar de consumir o de jugar. Es también vencer la negación y el autoengaño. Y adquirir conciencia de enfermedad.

Es decir, ser plenamente consciente de que la adicción y el consumo o el juego son incompatibles y de que es necesario mantener una actitud terapéutica para seguir sano y vivir bien.

Gratificación instantánea

El proceso de rehabilitación es además una oportunidad magnífica para conocerse mejor y para empezar a vivir con serenidad, legalidad y humildad.

Sin caretas artificiales ni posiciones forzadas, más asociadas al personaje que a la persona verdadera.

La persona adicta está acostumbrada a la gratificación instantánea. Y muy poco habituada a encarar el malestar y la frustración.

La recuperación de adicciones es también eso, aceptar que el malestar es parte de la experiencia cotidiana. Y admitir que el placer y la sensación de felicidad implican muchas veces paciencia, trabajo y esfuerzo.

El desasosiego, el malestar, la ansiedad, la tristeza, la ira, la decepción, la soledad, la euforia… son emociones que la persona adicta debe aprender a gestionar sin consumo.

Aceptación y tolerancia

Durante mucho tiempo, la persona adicta ha respondido igual, con consumo. Las terapias de adicción enseñan a corregir esa anomalía y a responder de manera distinta.

Aceptación y tolerancia son dos pilares de la recuperación. Aceptación del malestar, de que vivir es también sentirse mal en ocasiones y sufrir experiencias complicadas. Y tolerancia a la frustración, es decir, admitir que no siempre se consigue lo que se quiere a la primera. O incluso no se va a conseguir nunca.

Aceptar con entereza los contratiempos y tolerar que la recompensa no sea instantánea forman parte del cambio personal profundo que toda persona adicta debe hacer para rehabilitarse.